- Hiperconectados. Contextualización del uso de NNTT en la sociedad actual.
Actualmente la tecnología se ha incorporado en cada rincón de nuestra vida cotidiana. Desde edades cada vez más tempranas, niños y adolescentes interactúan con dispositivos inteligentes en su día a día, teniendo como finalidad diferentes actividades: educativas, relacionales, de entretenimiento… Se nos promete que estas herramientas son el futuro de la educación, que potencian el aprendizaje, la creatividad y la autonomía. Pero ¿qué hay detrás de ese discurso? Resulta paradójico como mientras se promueve la digitalización educativa, los líderes de Silicon Valley (los mismos que diseñan estas tecnologías) optan por criar a sus hijos en entornos sin pantallas, en escuelas donde se prioriza el juego libre, la lectura en papel y el contacto humano.
En España, el debate ha llegado a las instituciones: comunidades como Madrid y Cataluña ya han comenzado a limitar el uso de dispositivos digitales en las aulas de Infantil y Primaria. La razón no es ideológica, sino científica y social: cada vez hay más evidencia de que el uso excesivo de pantallas afecta la salud física y mental de las personas, teniendo un impacto significativo en la infancia y la adolescencia, particularmente en áreas tan importantes como: la cognición, el sueño y las relaciones sociales.
La incidencia por parte de los adolescentes representa un consumo de entre 6 y 8 horas al día en actividades sedentarias relacionadas con pantallas, incluyendo televisión, videojuegos, ordenadores y dispositivos móviles (Hobbs, 2013). Habiendose visto un aumento significativo durante la pandemia, aumentando entre 1 y más de 4 horas diarias de uso (Cheung et al., 2022).
- ¿Qué es la adicción a las nuevas tecnologías?
La realidad es que el uso de las nuevas tecnologías no se presenta solo como una nueva herramienta de trabajo, comunicación, enseñanza u ocio, sino como una distracción sobre todo en poblaciones vulnerables como es la infancia. Es por ello que, para algunas personas, el uso de las nuevas tecnologías puede convertirse en un abuso e incluso en una conducta adictiva.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019), las adicciones comportamentales están caracterizadas por una dependencia psicológica hacia ciertas actividades que, aunque no son dañinas por sí mismas, terminan afectando negativamente a la vida de las personas. Esta dependencia suele ir acompañada de una pérdida de control sobre la conducta, un abandono de otras actividades placenteras y una interferencia significativa en su bienestar personal, social o académico.
Para la comprensión de las conductas adictivas se debe tener en cuenta que inicialmente están controladas por estímulos agradables o placenteros, como una sensación de bienestar o satisfacción que se experimenta tras realizar la conducta (lo que se conoce como reforzadores positivos). Sin embargo, con el tiempo, estas conductas terminan por estar controladas principalmente por la necesidad de aliviar estados emocionales desagradables, como la tensión o el malestar. Así, la conducta se mantiene porque permite reducir o evitar las sensaciones incómodas, aumentando así la probabilidad de ser repetida (lo que se denomina reforzador negativo). De este modo, el comportamiento adictivo se caracteriza en sus primeras fases por una emoción de deseo intenso que puede llegar a generar síntomas similares al síndrome de abstinencia cuando se interrumpe su práctica (Echeburúa, 1999).
- ¿Dónde se encuentra el límite entre el uso y abuso? Señales de alerta en población infanto – juvenil.
Por norma general, el uso de las nuevas tecnologías puede ser y es bueno, siempre y cuando no se descuiden el resto de las actividades propias de una vida normal (estudiar, hacer deporte, ir al cine, salir con los amigos o relacionarse con la familia). Es por ello, que resulta crucial conocer la diferenciación entre el uso y el abuso, es decir, cuando la situación provoca aislamiento, induce ansiedad, afecta a la autoestima y le hace perder al sujeto su capacidad de control (Echeburúa & Corral, 2010).
Por otro lado, se han de tener en cuenta diferentes condiciones personales, familiares o sociales que aumentan la probabilidad de hacer un uso abusivo de las nuevas tecnologías. Entre estos, los principales factores de riesgo en los jóvenes: la vulnerabilidad psicológica, el estrés, las familias disfuncionales y la presión social (Echeburúa, 2012).
Debido a estas características, es fundamental detectar las señales de alarma que se encienden antes de que una afición se convierta en una adicción (González, 2009; Echeburua, 2012):
- Disminución de horas de sueño (<5 horas) para estar conectado a internet.
- Descuidar otras actividades importantes: contacto con la familia, relaciones sociales, el estudio o el cuidado de la salud.
- Recibir críticas acerca del uso excesivo por parte de familiares cercanos.
- Pensar en ello constantemente, incluso cuando no se está́ conectado, y sentirse irritado excesivamente cuando la conexión falla o funciona lenta.
- Tratar de estar conectado durante un periodo de tiempo sin llegar a conseguirlo y terminar perdiendo la noción del tiempo. Fracaso crónico y progresivo para resistir el impulso de realizar la actividad.
- Negación del problema e intentos de esconderlo o justificarlo a través de mentiras sobre la frecuencia y la intensidad de la actividad, aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento académico.
- Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está́ delante de los dispositivos pantallas.
- Prevención y recomendaciones para familias.
Al igual que hay factores que aumentan y ponen en riesgo la probabilidad de hacer un uso abusivo, también se contemplan diferentes situaciones personales, sociales y familiares que contribuyen a reducir esa probabilidad. Entre los factores protectores más comunes en la población infanto – juvenil se encuentran: habilidades de afrontamiento, el entorno social y el apoyo familiar (Echeburúa, 2012).
Sin embargo, más allá de entender los riesgos asociados al uso excesivo de pantallas, es clave contar con herramientas concretas para actuar en casa. La prevención no solo consiste en limitar el tiempo de conexión, sino en crear un entorno que favorezca el equilibrio, la comunicación y el bienestar emocional.
- Seguridad en la red:
- Supervisar qué contenidos usan y con quién se relacionan.
- Proteger su intimidad y utilizar controles parentales.
- Elegir videojuegos adecuados a la edad.
- Vigilar el uso de tarjetas de crédito online.
- Control del tiempo:
- Acordar un horario limitado y respetar rutinas (sueño, comidas, estudio).
- Usar alarmas o recordatorios para gestionar el tiempo de pantalla.
- Normas claras y diálogo:
- Pactar reglas con razones y consecuencias justas.
- Escuchar sus opiniones y mantener el respeto.
- Equilibrio digital:
- Valorar lo positivo de la tecnología (ocio, aprendizaje…).
- Establecer límites para prevenir uso excesivo, ciberacoso o adicción.
- Buena comunicación familiar:
- Crear espacios para hablar, compartir juegos o actividades online juntos.
- Educación emocional y social:
- Enseñarles a gestionar la frustración, el aburrimiento y la ansiedad.
- Fomentar el autocontrol, la empatía y la autoestima.
- Ofrecer ocio alternativo:
- Actividades físicas, arte, lectura, música, cine, etc., tanto individuales como en grupo o familia.
- Refuerzo positivo:
- Valorar sus esfuerzos y logros, incluso los pequeños (colaborar, respetar…).
- Dar ejemplo:
- Los adultos deben hacer también un uso responsable de la tecnología.
Tras esta lectura invito a realizar la siguiente reflexión: ¿estamos entregando a nuestros hijos herramientas para aprender o dispositivos para distraerse? ¿estamos formando ciudadanos digitales o consumidores pasivos? En un momento en que la infancia se juega en el terreno de lo virtual, urge repensar el papel de las nuevas tecnologías en su desarrollo.
- Referencias bibliográficas.
Cheung, M.-C., Lai, J. S. K., & Yip, J. (2022). Influences of smartphone and computer use on health-related quality of life of early adolescents. International Journal of Environmental Research and Public Health, 19(4), 2100. https://doi.org/10.3390/ijerph19042100
Echeburúa, E. (1999). ¿Adicciones sin drogas? Las nuevas adicciones. Desclée de Brouwer.
Echeburúa, E. (2012). Factores de riesgo y factores de protección en la adicción a las nuevas tecnologías y redes sociales en jóvenes y adolescentes. Revista Española de Drogodependencias, 37(4), 435–447.
González Ibáñez, Á. (2009). Uso y abuso de las nuevas tecnologías. Atención Primaria, 41(9), 477–478. https://doi.org/10.1016/j.aprim.2009.06.007
Hobbs, R. (2006). Multiple visions of multimedia literacy: Emerging areas of synthesis. En M. McKenna, L. Labbo, R. Kiefer, & D. Reinking (Eds.), International handbook of literacy and technology (Vol. 2, pp. 15–28). Lawrence Erlbaum Associates. https://doi.org/10.4324/9780203929131-8
Organización Mundial de la Salud. (2019). Clasificación internacional de enfermedades para estadísticas de mortalidad y morbilidad, 11.ª revisión (CIE-11). https://icd.who.int/
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