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Las primeras conductas consideradas realmente como agresivas aparecen entre el segundo y el tercer año de vida, que es cuando el niño comienza a relacionarse socialmente con los demás. En este momento el niño piensa y actúa de forma impulsiva (si le apetece algo lo va a hacer) sin importarle las consecuencias de su comportamiento en los otros. Si se siente frustrado por no conseguir lo que quiere; como por ejemplo el juguete con el que está disfrutando su compañero de la guardería, entonces, el niño araña, muerde, pega…

Los arrebatos de agresividad son un rasgo normal en la infancia, pero algunos niños persisten en su conducta agresiva y en su incapacidad para dominar su mal genio.

Este tipo de niños hace que sus padres y maestros sufran siendo frecuentemente niños frustrados que viven el rechazo de sus compañeros no pudiendo evitar su conducta.

La incapacidad de tolerar los límites impuestos por el medio que le rodea al niño es una dificultad propia de la etapa evolutiva en la que se encuentra, a continuación, se muestran otras dificultades que ayudan a la aparición de estas conductas:

  • Impulsividad: La falta de reflexibilidad impide al niño anticipar las consecuencias de sus propios actos.
  • Dificultad para reconocer sus propias emociones y controlarlas: Parece que comienza un control de las emociones hacia los 12 meses, sin embargo, a esta edad no podemos hablar de un control propiamente dicho sino sólo de la aparición de las condiciones que lo harán posible más adelante que se afianzará a los 5 años. Por ello es muy importante que los padres ayuden a que sus hijos aprendan a gestionar sus propias emociones y les ayuden a controlarlas por medio del aprendizaje de comportamientos alternativos.
  • La dificultad de ponerse en el lugar del otro: empatía hacia los demás, que irá adquiriendo poco a poco. Si a esto le unimos a que el niño aún no conoce la normativa, podemos entender la normalidad de comportamientos agresivos cuando un niño interacciona con su medio, entorno que debe ayudar al niño a enseñar otras maneras de actuar.

 ¿Cuales son los pasos para trabajar la conducta del niño?

Los niños pequeños de entre dos y tres años necesitan la ayuda para expresar lo que les ocurren, dado que aún no tienen un buen dominio del lenguaje. Por ello es muy importante enseñarle a poner nombre a lo que sienten, así permitimos que cuando vayan adquiriendo un mayor dominio de las palabras y tengan mayor capacidad de atención y escucha, les resulte más fácil identificar sus sensaciones (los mensajes que les mandan su cuerpo) y sus emociones. Un paso previo al aprendizaje del autocontrol es identificar qué es lo que nos enfada y cuándo comenzamos a enfadarnos.

Hay que enseñarles que no es malo sentirse enfadados, pero ello no implica hacerse daño a uno mismo o a los demás. Diferenciar entre estar enfadado y ser agresivo.

ENSEÑAR A AUTOCONTROLARSE

A la vez que hemos hecho hincapié en la identificación de las emociones, es necesario enseñarles cuál es la mejor manera de expresarlas, para no dejarse llevar por ellas.

Por tanto, una vez que les hemos enseñado a identificar que es lo que le enfada y cuándo comienza a enfadarse, será necesario que el niño se pare a pensar antes de actuar, para que no vuelva a incurrir en comportamientos impulsivos y descontrolados.

RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS:

Los niños se enfrentan a problemas diariamente, burlas de sus compañeros, la ansiedad ante un examen, ser excluidos de juegos, etc.

Los niños que adquieren la habilidad de resolver problemas tienen una serie de ventajas: suelen enfrentarse al estrés y a la frustración con mayor eficacia, tiene un impacto positivo en el rendimiento académico, y además puede ser una fuente de orgullo y de autoestima positiva para el niño.

Hay que presentar al niño una orientación para la resolución de problemas.

Hay que explicarles y discutir los siguientes puntos:

  • Los problemas forman parte de la vida diaria.
  • Los niños pueden resolver muchos problemas sin la ayuda de los adultos.
  • Las emociones son señales importantes de la existencia de un problema.
  • Cuando te des cuenta que tienes un problema, lo primero que hay que hacer es “pararse y pensar”.

Sus principales etapas son:

  • Darse cuenta de que hay un problema.
  • Pararse y pensar. Decidir cuál es el problema.
  • Decidir un objetivo.
  • Pensar en posibles soluciones: con el niño, se procede a enumerar los recursos y los medios disponibles a su disposición para la resolución del problema. Si no conoce los medios, hay que enseñárselo, ayudándole con ejemplos.
  • Pensar en las consecuencias de cada solución: entre las soluciones enumeradas, se anima al niño para que selecciones la que parece más eficaz en función del objetivo a alcanzar.

ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES

Enseñar al niño habilidades sociales es importante para limitar su conducta agresiva, reducir sus intrusiones o interrupciones inadecuadas, aumentando sus conductas prosociales y mejorar sus habilidades para hacer amigos.

 ¿Qué pueden hacer los padres? EDUCAR EN LA FRUSTRACIÓN: Enseñarles a demorar el deseo en el tiempo y a aceptar que no se puede tener todo aquello en el momento que quieren, es clave para fomentar la tolerancia a la frustración y prevenir posibles conductas agresivas. Si el niño consigue su objetivo por medio de estas conductas, aprenderá a que comportarse así es útil y eficaz para conseguir sus deseos. ATENDER Y RECONOCER LOS COMPORTAMIENTOS ADECUADOS Cuando no reforzamos las conductas positivas y solo nos fijamos cuando se comportan mal, corremos el riesgo de que el niño piense que solo consigue la atención por parte de sus padres cuando se porta mal. Por lo tanto, lo mejor será atender las conductas adecuadas y no atender las conductas disruptivas mientras se están produciendo. Se debe cambiar las respuestas y reacciones para demostrar a los niños que pueden ser tomados en cuenta a través del comportamiento constructivo, prestándoles atención cuando se comportan de manera adecuada, a la vez que se ignora el comportamiento inadecuado. ENSEÑAR EFICAZMENTE NUESTRAS REGLAS Enseñar reglas es sencillo cuando empleamos las herramientas adecuadas: palabras claras y mensajes de actuación claros. Para hacer comprender su mensaje no necesito enfadarse, gritar, pegarle un cachete, o repetir muchas veces lo mismo mientras su hijo seguía olvidando una y otra vez guardar su bici. El padre dio las instrucciones claras y concretas. Directrices para establecer unos límites firmes:
  • Centre su mensaje en la conducta. Nuestra meta es rechazar la conducta inaceptable, no al niño que tiene esa conducta. Tenemos que centrar la atención de nuestro mensaje en la conducta y en la acción correctiva, no en la actitud, los sentimientos, o la valía del niño.
  • Sea directo y concreto. Un mensaje que establece unos límites firmes es aquel que informa a los hijos, directa y específicamente, de lo que desea que hagan. Si fuera necesario, hay que estar preparado para decirles cuándo y cómo desea que lo hagan. Cuantas menos palabras, mejor.
  • Emplee su tono de voz normal. El tono de voz es muy importante. Una voz elevada envía el mensaje de actuación equivocado: pérdida de control. El tono debe comunicar que el padre tiene el mando y que es firme y decidido en su expectativa de que su hijo debe hacer lo que le ha pedido. La mejor forma de comunicar esta expectativa es sencillamente exponer su mensaje de forma prosaica en su tono de voz normal y esté preparado para ir a su paso de actuación si fuera necesario.
  • Especifique sus consecuencias si es necesario. Vincular la conducta del niño a las consecuencias de los padres. Esto no es una amenaza. Está sencillamente estableciendo su credibilidad y proporcionándoles la información que pueden necesitar para hacer una elección aceptable.
  • Respalde sus palabras con actuación. Recodar las palabras son sólo la primera parte de su mensaje global. En muchos casos, las palabras pueden ser todo lo que necesite, pero incluso el mensaje verbal más claro será ineficaz si no se respalda con una actuación.
 
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